Todo empezó porque... simplemente no sabía cuidar plantas. Siempre me han encantado, pero se me morían. A veces las regaba de más, otras se me olvidaban por completo. Y ni hablar de si les daba suficiente luz o no — todo era un volado. Un día me regalaron un bonsái precioso, y como no quería que corriera la misma suerte, decidí usar mis conocimientos de electrónica para construirle una maceta inteligente. Le puse un sensor de humedad y una bomba de agua, y funcionaba así: si la tierra se secaba, se regaba sola. Fue mi primer experimento, y lo mejor es que ¡el bonsái sobrevivió! Ahí fue cuando me cayó el veinte: no soy el único al que le gustan las plantas pero no tiene idea de cómo cuidarlas. Así que empecé a diseñar algo más sencillo, algo que cualquier persona pudiera usar para saber si a su planta le hace falta agua o luz. Pero faltaba algo... Un día me topé con un Tamagotchi y la idea realmente tomó forma, la nostalgia me pegó, y pensé: ¿Y si en lugar de solo mostrar números, la planta pudiera "expresarse"? ¿Y si tuviera caritas, emociones? Un año después, ese experimento se convirtió en PlantIO: El primer sensor interactivo para plantas que las convierte en mascotas digitales. Con más de 14 emociones, PlantIO te avisa cuando algo anda mal (o bien), y te conecta emocionalmente con tus plantas. Porque sí: ahora ellas también pueden hablarte... con caritas. Hoy, PlantIO ya no es solo un experimento en mi escritorio. Es un proyecto hecho con mucha pasión, para todos los que, como yo, aman sus plantas... pero a veces necesitan que les hablen clarito.